Al pobre animal ni siquiera le hubiera dado tiempo a huir. Casius simplemente pronunció unas palabras y Sima se hallaba ahí, tumbado, sin expresión en la cara, con la muerte reflejada en los ojos mientras Casius se reía estridentemente.
Un deseo de venganza se apoderó de Yahim. Un pensamiento que, ardiendo, se extendía por todo su cuerpo, como un veneno. Bajó del pedestal. Notó un terrible dolor en la muñeca. Se retiró la manga y vio una profunda herida que dejó al chico perplejo. De pronto se acordó de lo de anoche, de la lucha feroz por recuperar el cristal de azahar que, finalmente, acabó en manos de Casius después de profundizarse en su muñeca. La herida no había sanado y no parecía que lo fuera a hacer. Con unas hojas se tapó la herida y empezó a caminar hacia ninguna parte.
Lo verdaderamente indispensable era recuperar el cristal de azahar. Yahim lo sabía. El anciano se lo había explicado minuciosamente. Pero él ya no se interesaba por el cristal ni todos los secretos que contenía. Él iba en busca de otro objetivo. Una sustancia legendaria de la que había oído hablar a Laima en sus magníficas historias durante las noches de penumbra: las tres Rosas de Piedra.
3 comentarios:
Guau: magnífico, sugerente, aunque lamentablemente el espacio no da más que para una sugerencia; necesita una narración más extensa; corrige: bajo, ha hacer.
gracias
yeah
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