Los pies de la memoria (real o inventada)

A, 15 de abril: La Tierra antes de la existencia del ser humano.
B, 22 de abril: La Tierra después del ser humano.
A, 29 de abril: Rosas de piedra.
B, 6 de mayo: El don de la ignorancia.
A, 13 de mayo: Perdidos en un cuento.
B, 20 de mayo: Los lunes.
A, 27 de mayo: Llegas tarde a tu tiempo.
B, 3 de junio: Nunca estuve aquí.

domingo, 16 de noviembre de 2008

EL SECUESTRO

Cuando llegué a mi casa, lo primero que vi fue un mensaje en el teléfono, donde me avisaban que mi hermana había sido secuestrada, y como recompensa pedían un abanico de oro y diamantes que era parte de la familia, (lo que nosotros llamábamos la vieja antigualla) e iba pasando de generación en generación; este preciado abanico tenía un valor incalculable.
En un principio pensé que era absurdo, que no podía ser, pues solo nuestra familia sabía de la existencia de esta joya, era un secreto familiar.
Al cabo de 15 minutos sonó el teléfono, yo muy asustada lo cogí y una voz muy grave me dijo:
-Tenemos a tu hermana, si quieres volver a verla, deja el abanico en una bolsa, dentro de la papelera que hay en puerta principal del jardín botánico, a las 7 en punto. No avises a la policía o no la volverás a ver.
Cuando me dijo esto, le dije que quería hablar con mi hermana, pero ya era demasiado tarde, había colgado...
No sabía qué hacer, quería llamar a mi madre, pero no podía porque ella estaba en el país vecino, visitando a una vieja amiga y no tenía su número de teléfono.
Llamé a mi amiga, pero ella me dio una excusa razonable para no ayudarme.
Miré el reloj, ya marcaba las seis, de modo que decidí enfrentarme yo sola a la situación...
Cogí el abanico, mi abrigo y me dirigí a la comisaría, a pesar de lo que me habían advertido.
Llevaba media hora esperando en el jardín botánico rodeada de policías camuflados, cuando llegaron las siete.
Muy asustada cogí el abanico y lo dejé en la papelera, como me habían dicho. De repente vi que un coche se dirigía hacia mí, se abrió una puerta y pude ver como un hombre, empujaba a mi hermana para que saliera. Mientras, otro hombre salió corriendo, cogió el abanico, volvió a montar en el coche y desaparecieron.
Yo abracé muy fuerte a mi hermana, le dije que no se preocupara, que ya estaba a salvo...
Entonces alguien puso la mano en mi hombro, al girarme, pude ver a un policía, que me dijo que los habían detenido a las afueras de la ciudad, y a continuación me dio el abanico.

1 comentario:

José A. Sáinz dijo...

Aunque se resuelve todo demasiado deprisa, bien; aunquye quizá un poco de telefilme norteamericano... Tildes: Llame, que hacer, *la dije,