Al llegar a la habitación no encontramos con las ventanas de par en par del mismo modo que todos los cajones y armarios. Acerqué mis ojos a la ventana y vi una figura que se deslizaba por la escalera principal. Me dispuse a seguirle. Mi esposa, que adivino mis intenciones, me lanzó un gesto ambiguo. No quise centrar mis ojos sobre los suyos porque sabía que, si lo hacia, me iba a quedar allí.

Me marché de la habitación y comencé a correr en busca del ladrón. Comencé a bajar las escaleras con gran agilidad cuando observé una ligera sombra que corría escaleras abajo. La persecución había iniciado. Él bajaba como un torbellino mientras que yo bajaba con la máxima velocidad que me permitían mis piernas que, de hecho, no era poca.
Las horas iluminadas del día habían concluido y fuera soplaba un viento amenazador. Ya había perdido de vista al ladrón, razón de más para continuar. Mi fatiga llegó a tal punto que ya no sentía los fuertes tobillos que me permitían permanecer en pie pero, aun así, seguí corriendo.
De pronto, mis ojos alcanzaron a ver nuevamente a ese granuja que escapaba con impresionante velocidad por la ladera. Una enorme fuerza hacía que mi cuerpo no se detuviese. Tal vez era el gran temor a perder los documentos de la ilustre familia que yo y mis predecesores habíamos servido durante tantas generaciones. Por eso y únicamente por eso, seguí corriendo.
2 comentarios:
Resulta un relato "nebuloso". Como no sitúas a los personajes, ni en qué situación se encuentran, todo queda un tanto desdibujado. Aun así, contiene elementos interesantes. Corrige -varios parecen descuidos-: ¿no encontramos?, adivino, ¿La persecución había iniciado?
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