Los pies de la memoria (real o inventada)

A, 15 de abril: La Tierra antes de la existencia del ser humano.
B, 22 de abril: La Tierra después del ser humano.
A, 29 de abril: Rosas de piedra.
B, 6 de mayo: El don de la ignorancia.
A, 13 de mayo: Perdidos en un cuento.
B, 20 de mayo: Los lunes.
A, 27 de mayo: Llegas tarde a tu tiempo.
B, 3 de junio: Nunca estuve aquí.

martes, 2 de junio de 2009

Lunes.

A mí no me parecen tan horribles, sinceramente. Al menos hago algo, al menos las horas pasan con algún sentido, no como los domingos. Son días que anuncian cuatro días más en los que tendremos que madrugar. El lunes es un día más en el que he dormido un poco menos.
He vivido tantos lunes, y recuerdo tan pocos... Creo que sólo recordamos las cosas que nos marcan, para bien o para mal, o los hechos que no entendemos. Recuerdo que un día me levanté a las ocho de la mañana, con los párpados pegados y las sábanas en el suelo. Aquella noche que transitó entre el domingo y el lunes fue especialmente calurosa. Mi vecino sacó su colchón a la terraza y durmió allí, y a mi habitación llegaban sus ronquidos. Me planteé cerrar la ventana para dejar de oirle, pero decidí que no merecía la pena y me decanté por una noche con el aire corriendo por la habitación. Aunque más que aire era una ligera brisa caliente...Subí la persiana para para que entrase más aire hacia la una de la madrugada, cuando pasó el camión de la basura, como cada noche. Dos hombres bajaron para impulsar los cubos hacia el camión, y uno de ellos tropezó. El hombre que le acompañaba gritó, recriminándole por su torpeza, y diez minutos más tarde todo el vecinadario contemplaba la escena. Una señora bastante mayor se asomó a su terraza, a unos quince metros de mi ventana, y en vez de mirar al camión, me miraba a mí. Mi cabeza apenas asomaba por la ventana, pero ella me miraba, y cuando dirigí hacia ella mis ojos, no dejó de mirarme. Azorada, aparté la cabeza y volví a observar cómo por fin se marchaban los basureros. Antes de volverme a acostar, dirigí una mirada hacia la ventana de aquella mujer, y seguía con la mirada clavada en mí. Suspiró y volvió a entrar en su casa. Yo me dormí un rato después, luchando contra el calor y el ruido de la calle, y el lunes siguiente quedó marcado por el recuerdo de aquella señora. Pasé todas las horas buscando un significado, y qué le pareció tan interesante a mi vecina, que se mudaba unos meses después con uno de sus hijos. Yo tenía sólo siete años, pero por algún motivo no se me ha olvidado, y cuando pienso en los lunes, no puedo evitar acordarme. Las miradas me parecen interesantes porque no suelo entenderlas, y como he dicho antes, recuerdo aquello que no soy capaz de comprender. Recuerdo miradas.

1 comentario:

José A. Sáinz dijo...

Magnífico. Sobre todo, la frase final. Y la historia, aparentemenete inocua, banal, pero a la que sabes encontrar su punto de interés. Y provocar una reflexión en el lector.