
En el instituto me convertí en un ser humano normal y corriente. Esa fue la segunda etapa de mi vida: convertirme en un ser humano como cualquier otro. Abandoné mis peculiaridades y me convertí en un chico como los demás.
Puede que para algunos esta historia tenga que imaginársela. Yo no. Yo no tengo que imaginarme nada porque ese primer párrafo de allí arriba aparece en mi biografía. Yo era el típico niño raro que te lo encuentras al salir del colegio echando hojas al la fuente y dos horas después vuelves, y sigue ahí, como si no hubieran pasado más de treinta segundos. ¿Y que me decís de un niño que te abre la puerta de la casa solo porque, según él, estaba cerrada?
Yo hacía ese tipo de cosas, cosas incoherentes, extrañas pero, eso si, con personalidad, algo loca, pero a fin de cuentas, con personalidad. Yo era un niño, como suelen decir los asistentes sociales, "especial". Especial pero sin llegar a tener que recibir sesiones medicas, claro. Pero, como dice el primer párrafo de este escueto texto, en el instituto me convertí en ser humano normal y corriente.
1 comentario:
Bien. Te lo has llevado al terreno personal. Quizá un poco corto me ha resultado. Y, al final, no se sabe con certeza si eso de convertirse en un ser humano normal es bueno o no tanto. Corrige una errata al le, y una pequeña falta: eso si.
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