lunes, 26 de enero de 2009
En fin... este es mi pueblo.
Me encontraba en una sombría esquina de un bar. Allí reinaba un ambiente cargado y soporífero, quizá por el alcohol. Me propuse abandonar ese antro para poder respirar aire fresco, pero al salir me encontré con una terrible tormenta; el agua azotaba a las calles y el viento proporcionaba un siniestro sollozo al callejón. Al caminar, sin rumbo, me encontré con una majestuosa estatua de bronce, ya teñida de gris por el tiempo, era la estatua de San Pedro. Ya me encontraba a medio camino de casa y otro monumento se alzó ante mi vista; un palacio renacentista que, por diversas razones, no estaba terminado y que nunca lo llegaría a estar. Ya me encontraba en casa , como toda la gente no me paré a pensar en lo que había visto y no tardé mucho en ponerme la tele y olvidar lo sucedido. No doy mucho valor a mi pueblo, pero quizá es él quien no necesita mi valoración; en fin... este es mi pueblo.
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2 comentarios:
Oh dios mio...¡Muy bien!
A veces nos pasa: no vemos o no damos importancia a aquello que tenemos más a la vista. El enfoque me parece original. Quizá un poco más extenso...
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